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Mala suerte, mala racha o lo tuyo ya es un patrón

¿Alguna vez has dicho "¿otra vez me pasa lo mismo?" y luego te agarras pensando "bueno, es que tuve mala suerte" o "es que este año estuvo muy difícil"? Hoy vas a descubrir la diferencia entre atravesar una mala racha y estar repitiendo un guión que tú mismo escribiste sin darte cuenta. Y cuando lo veas, no vas a poder dejar de verlo.


La cosa está así...

Hay algo que todos hacemos cuando las cosas salen mal: buscamos explicaciones externas. "Es que el mercado está difícil", "es que mi familia es complicada", "es que la gente ya no es como antes". Y a veces sí, el contexto es complejo. Pero hay una pregunta que casi nadie se hace: ¿qué parte de esto la estoy provocando yo sin darme cuenta?


La diferencia entre mala suerte y un patrón es brutalmente simple: la mala suerte te sorprende, los patrones te persiguen. La mala racha es cuando tres cosas salen mal en seis meses. Un patrón es cuando la misma cosa te sale mal cada seis meses durante tres años.


Pero no te sientas mal; reconocer que tienes un patrón es la mejor noticia que puedes recibir. Porque si tienes mala suerte, no puedes hacer nada. Pero si es un patrón, tienes todo el poder para cambiarlo.


Las señales de que ya no es casualidad

Si alguna de estas situaciones te suena familiar, no es coincidencia:


  • TRABAJO. Te cambiaste de trabajo tres veces en dos años, y en los tres lugares terminaste teniendo el mismo conflicto con tu jefe. Diferentes personas, misma película. Al principio todo bien, después empiezan las fricciones porque "no valoran tu trabajo", y terminas saliendo frustrado. ¿Mala suerte? No. ¿Tres jefes horribles seguidos? Poco probable. ¿Un patrón en cómo te relacionas con la autoridad? Muy posible.


  • PAREJA. Todas tus relaciones de pareja terminan de la misma forma. Puede ser que siempre "te dejan de buscar después de tres meses", o que "terminan diciéndote que eres muy intenso", o que "nunca se comprometen en serio contigo". Los rostros cambian, pero el final de la historia es siempre el mismo. Y sí, es tentador pensar "es que ya no hay gente buena", pero la pregunta real es: ¿qué tipo de persona estás eligiendo una y otra y otra vez?


  • PROYECTOS. Cada vez que empiezas un proyecto personal, lo abandonas antes de terminarlo. Empiezas el gimnasio y lo dejas al mes. Comienzas a estudiar algo nuevo y no acabas el curso. Arrancas un negocio y se queda a medias. Siempre hay una buena razón: "me faltó tiempo", "surgieron imprevistos", "no era el momento". Pero cuando llevas quince proyectos sin terminar, ya no son quince razones diferentes. Es una sola razón disfrazada quince veces.


  • FAMILIA. Siempre terminas siendo el que resuelve los problemas de todos, el que carga con todo, el que sacrifica sus planes por los demás. Y después te enojas porque nadie te lo agradece o porque te sientes usado. Pero la verdad es que nadie te está usando; tú te estás ofreciendo antes de que te pidan. Y luego te cobras con resentimiento lo que nadie te pidió que hicieras.


  • DINERO. Tus problemas de dinero siguen el mismo ciclo: te va bien, gastas todo, te aprietas, te recuperas, te va bien, gastas todo de nuevo. O siempre eliges trabajos mal pagados porque "te apasionan", pero luego te quejas de que no tienes dinero. O te saboteas justo cuando algo bueno está por llegar: renuncias un día antes de que te den el ascenso, peleas con alguien importante justo cuando podría ayudarte.


¿Te diste cuenta del elemento común en todos estos ejemplos? Tú estás presente en cada uno. Así que si te has preguntado si esto es mala suerte, mala racha o lo tuyo ya es un patrón; no, no es el universo conspirando contra ti. Eres tú repitiendo la misma historia con diferentes personajes.


Por qué repetimos lo que nos hace daño

Los patrones no se repiten porque seamos masoquistas o estúpidos. Se repiten porque son familiares. Y el cerebro humano prefiere lo conocido doloroso que lo desconocido placentero.


Piénsalo así: si creciste en una casa donde tenías que ganar el amor con esfuerzo, de adulto vas a buscar relaciones donde tengas que demostrar tu valor constantemente. No porque te guste sufrir, sino porque ESO es lo que tu cerebro identifica como amor. Una relación fácil, donde alguien te valore sin que tengas que probarte, se va a sentir rara, falsa, sospechosa.


O si aprendiste desde niño que "la gente exitosa es egoísta" o que "el dinero corrompe", tu cerebro va a sabotear cada oportunidad de crecimiento económico. No porque no quieras dinero, sino porque tu sistema de creencias te dice que si tienes éxito, vas a convertirte en alguien que no quieres ser.


Los patrones son lealtades invisibles. A veces estamos siendo leales al dolor de nuestros padres, a las limitaciones de nuestra familia, a las historias que nos contaron sobre cómo debe ser la vida. Repetir se siente como pertenecer. Cambiar se siente como traicionar.


Y aquí está el verdadero problema: los patrones son inconscientes. No te levantas pensando "hoy voy a sabotear mi relación" o "hoy voy a elegir otro trabajo que me va a frustrar". Lo haces en automático, como quien maneja un carro conociendo el camino de memoria. Por eso es tan difícil verlos. Estás dentro del patrón, no puedes verlo desde afuera.


El poder de nombrar lo que se repite

Pero aquí viene la magia: en el momento en que nombras el patrón, ya no puede operar en las sombras. Es como encender la luz en un cuarto oscuro. Los monstruos que veías desaparecen porque nunca fueron reales, solo eran sombras.

Cuando puedes decir "yo tengo un patrón de elegir parejas emocionalmente no disponibles", algo cambia. Ya no es mala suerte. Ya no es que "todos los hombres son iguales" o "todas las mujeres son así". Es algo específico que tú estás haciendo, y por lo tanto, algo que tú puedes deshacer.


Reconocer un patrón te devuelve algo que la "mala suerte" te quita: agencia. Control. Poder de decisión. Si es mala suerte, eres víctima del destino. Si es un patrón, eres el autor de tu historia, y los autores pueden reescribir el final.


¿Qué podemos hacer?

Déjame darte tres formas concretas de empezar a romper con lo que se repite:



Primero: Haz una lista de tus "otra vez"

Siéntate con papel y lápiz. Anota todas las veces que has dicho o pensado "otra vez me pasa esto" en los últimos tres años. No te censures, no te juzgues, solo escribe. "Otra vez me quedé sin amigos", "otra vez mi pareja me dejó por alguien más", "otra vez me quedé sin dinero cada fin de mes", "otra vez un proyecto mío se quedó sin terminar".


Cuando tengas tu lista, busca el hilo conductor. ¿Qué tienen en común todas esas situaciones? No los detalles externos, sino tu papel en cada una. Ahí está tu patrón mirándote a la cara.


Segundo: Identifica tu "umbral del miedo"

Todo patrón tiene un momento crítico, un punto en donde podrías cambiar de rumbo pero no lo haces. Es ese momento donde algo nuevo está por comenzar y tú encuentras una razón para frenarlo. O cuando algo está yendo bien y tú haces algo para sabotearlo.


Por ejemplo: conoces a alguien que sí está disponible emocionalmente, pero "algo no se siente bien" y lo alejas. O te ofrecen una oportunidad laboral mejor, pero "no es el momento" y la dejas pasar. O estás por terminar un proyecto importante, pero "te falta inspiración" y lo pospones.

Ese momento donde tu patrón te pide que te quedes en lo conocido, aunque sea doloroso, es tu umbral del miedo. Reconocerlo es el primer paso para, eventualmente, cruzarlo.


Tercero: Cambia una sola variable

No tienes que transformar tu vida entera de la noche a la mañana. Solo cambia UNA cosa pequeña en tu próxima decisión. Si siempre eliges parejas que son el alma de la fiesta, prueba con alguien más tranquilo. Si siempre aceptas trabajos por el salario, prueba aceptar uno por el aprendizaje. Si siempre eres el que busca, prueba esperar a que te busquen.


Va a sentirse incómodo. Va a sentirse mal, incluso. Eso es bueno. La incomodidad significa que estás saliendo del patrón. Si se siente fácil y familiar, probablemente estás repitiendo lo mismo con envoltorio nuevo.


Para cerrar: el llamado que no puedes ignorar

Hay un momento en la vida de cada persona donde el universo, la vida, como quieras llamarlo, te pone la misma lección una y otra vez hasta que la aprendes. Ese momento donde ya no puedes seguir echándole la culpa a la mala suerte, al año difícil, a los demás.


Es ese momento donde te das cuenta que siempre fuiste tú el personaje común en todas esas historias que se repiten. Y sí, al principio eso se siente terrible. Porque si tú eres el problema, ¿qué esperanza hay?

Pero voltéalo: si tú eres el problema, tú también eres la solución. Si tú estás creando el patrón, tú puedes romperlo. No necesitas que cambie el mundo, que cambien los demás, que cambien las circunstancias. Necesitas cambiar tú.


Y ese cambio comienza con una decisión muy simple: dejar de correr de lo que se repite y voltear a verlo de frente. Reconocer que hay algo en ti que necesita transformarse. Aceptar que tienes miedo de algo, que estás protegiendo algo, que estás evitando algo. Y después, hacer algo diferente.


Porque la vida te va a seguir poniendo la misma prueba hasta que la pases. Los rostros cambiarán, los lugares serán distintos, los detalles variarán, pero la lección será la misma. Y tú puedes seguir culpando a la mala suerte, o puedes reconocer el patrón y hacer algo al respecto. La pregunta es: ¿cuántas veces más necesitas vivir la misma historia antes de escribir un final diferente?



La mala suerte te sorprende, los patrones te persiguen.


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