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Cuando alguien a quien amas no se cuida ante el COVID-19

Esta pandemia nos ha tomado a todos por sorpresa y estamos aprendiendo sobre la marcha acerca de las medidas que deben tomarse para contenerla y evitar el contagio. En el mundo hemos visto distintas estrategias para hacerle frente y todo va tan rápido, y la información fluye en tantos sentidos, que parece que el que no peca de exagerado lo hace de confiado y a veces hasta de indolente. ¿Pero qué pasa cuando alguien que se ama, que puede ser un padre o un amigo cercano, parece no estar tomando consciente y voluntariamente las medidas necesarias para protegerse? Algunas personas parecen no tomarse en serio esto de las medidas de contingencia como mantener la distancia social o evitar salir de casa. Esto se vuelve especialmente preocupante cuando se trata de personas muy cercanas y, además, si están dentro de grupo vulnerables como cuando son, por ejemplo, nuestros padres. Hay quien insiste en salir de compras, reunirse con amigos o simplemente declara que la cosa "no es para tanto".

¿Se volvieron locos, simplemente son muy obstinados o ya son antisociales? Pueden resultar sorprendentes estas reacciones, especialmente viniendo de personas hasta hace poco sensatas e inteligentes, y que hoy actúan de formas contrarias a las recomendaciones de salud más elementales. Aunque esto puede no ser nuevo para muchos. Quizá ya había algunos antecedentes de estas actitudes, como por ejemplo problemas para seguir tratamientos médicos previos o no cuidarse adecuadamente siguiendo indicaciones o algunas restricciones, por ejemplo dietéticas. Incluso hay quien ya insistía en hacer las cosas “a su modo” a pesar de que eso causara inconvenientes y sobresaltos a otras personas o que los pusiera francamente en riesgo, como no tomar medicamentos o salir a pasear caminando muy tarde por la noche.

Un estudio publicado en el 2016 y publicado en la revista de gerontología de los EEUU, reporta que el 77% de hijos alrededor de 55 años se queja de que sus padres se comportan al menos ocasionalmente de forma testaruda u obstinada. Al mismo tiempo, 2/3 de personas de 80 años y más de reportan a sí mismos como tercos.

Es evidente que cada uno puede tener sus razones, pero muchas veces son invisibles incluso para el que las actua, así que vamos a ver algunas de las posibles causas ante esta actitud:

Información divergente o confusa Esta causa es externa y proviene de información divergente en cuanto a las medidas a tomar. De pronto se nos dice que no pasa nada porque somos inmunes y ahora estamos al borde del colapso y del "sálvese quien pueda". Otros dicen que los pobres son inmunes, que el té de borraja todo lo cura o que sólo ciertas personas están en riesgo. Después nos enteramos que incluso niños y jóvenes han sido afectados. Razonamiento emocional Es cuando se toma la información emocional como cierta. Por ejemplo, si siento que me va a dar algo, actúo como si eso fuera inevitable. Esto puede producir ansiedad al tener la supuesta certeza de que el mal viene, pero que no acaba por llegar (porque en realidad no es probable que bajo esa circunstancia necesariamente llegue) Si siento que no me va a pasar nada, lo mismo. Como me siento bien, como me digo que siempre he sido sano, como he comido frutas y verduras, entonces pues parecería que no hay forma de que me enferme de nada. Todo esto va muy ligado a un mecanismo de defensa que menciono a continuación:

Negación defensiva Los mecanismos de defensa son construcciones y posturas de nuestra mente, generalmente inconscientes, que están destinadas a evitar a afrontar la realidad, para defendernos de emociones o pensamientos que producirían malestar, como por ejemplo ansiedad o sentimientos depresivos. La negación es el mecanismo más primitivo que usamos. Puede involucrar el rechazo emocional a algo o la creencia ciega o fanática en otra cosa, negando todo lo demás. La negación se puede sostener a pesar de la evidencia (incluso la científica), que tiende a descartarse o despreciarse y entonces se minimiza un hecho, es este caso un riesgo. Lo que se amolda a nuestros deseos es fácilmente creído. Lo que encaja con nuestras aversiones es fácilmente rechazado. Distorsiones del pensamiento. Pensamiento mágico Se recurre en este caso a la irracionalidad para defenderse de la realidad abrumadora usando el razonamiento emocional como: Si sigues así de pesimista o con ese miedo entonces sí te va a dar. Lo que hay que hacer es no pensar en eso porque de otra manera lo “atraes”.

Sesgo de ser mejor que el promedio Algunos sienten que tienen más suerte o mejor salud que la mayoría, sólo porque así lo sienten. Y si a eso le sumamos que no somos buenos naturalmente para estimar riesgos basados en probabilidades, está la tormenta perfecta. Sesgo egocéntrico Hace que se ignore por completo el punto de vista de otras personas porque se cree que el propio, y sólo el propio, es el correcto. Esto ya sea por su experiencia, edad, información o supuesta sabiduría. Son personas que tienden a decir: “Todos los demás son unos imbéciles” o “¿Cómo vas a saber más que yo que soy tu padre?” Reactancia Es la tendencia a hacer lo contrario de lo que alguien quiere que hagamos porque se cree que están tratando de restringir la libertad de elección. Esto aunque la intención real sea de cuidar. La reactancia se da como un intento de preservar la autonomía e independencia del individuo y se agudiza cuando alguien, un hijo adulto por ejemplo, toma un papel disciplinario con su padre al querer regañarlo por su descuido o "desobediencia".

Necesidad de control y normalidad. Cuando vamos envejeciendo empezamos a tener y sentir restricciones (impuestas o autoimpuestas) que nos recuerdan que estamos entrando justo en una etapa distinta que nos presenta cambios a veces indeseados. Además, dependiendo la edad y vínculo familiar, probablemente el rol activo dentro de la familia también ha cambiado y hoy con el confinamiento esto se puede hacer más notorio. No es sencillo pasar de cuidar y dirigir a ser cuidados y dirigidos, menos aún por quienes antes no tenían autoridad. Seguir rutinas propias y hacer lo que siempre se ha hecho, ofrece una sensación de normalidad que hace sentir cierta seguridad y dar sentido a la vida de muchos. ¿Qué podemos hacer? Lo primero es hacernos la pregunta si de verdad esa persona se está poniendo en una situación de franco peligro o en algún grado de riesgo. Si te parece pasivo el otro ¿no será que tú andas con mucha aceleración? La ansiedad nos hace actuar de formas impulsivas y catastrofizar. Una cosa es que no se cuide y otra que no se cuide como tú quieras que lo haga para darte paz a ti más que por una cuestión real de seguridad. Si sigue las recomendaciones generales de las autoridades sanitarias mundiales está bien, pero no le pidas que se desinfecte los ojos cada vez que mira por la ventana.

Toma en cuenta su personalidad y la tuya. Es verdad que esta crisis nos está haciendo tomar medidas inusuales y también adoptar actitudes y conductas distintas. Unas útiles como lavarse las manos. Otras no tanto como regañar a todo el mundo como si fueran responsables de la pandemia. Si la persona antes no había sido del todo responsable con su vida o salud, es probable que a raíz de esta crisis, especialmente si no “la ve cerca”, siga sin serlo. Eso no implica que no te importe, sólo explicaría el por qué de su actitud.


No te pierdas en argumentos Muchas veces el otro siempre tiene una respuesta que de alguna manera desarma o enoja: Tú dirías: “Es que me preocupo por ti” El otro responde: “Me sé cuidar sólo” , “No te preocupes voy a estar bien” - “Es por tu bien” - “Yo sé lo que hago por mi bien” Lo ideal sería comunicar tu preocupación real ante sus posibles argumentos: - “Te preocupas demasiado”. - “Quizá sí, pero por ahora no sé como hacerlo menos, especialmente si tú no me ayudas”. Evita decir “es por tu bien” y mejor di “es por el bien de todos en la familia porque todos nos queremos cuidar” Pide ayuda en vez de imponer Por ejemplo podrías decir algo como: “Me la estoy pasando muy mal con todo esto. ¿Me podrías ayudar? Me gustaría que te cuidaras un poco más para así tener un motivo menos de preocupación”. También podrías pedirle a esa persona que parece no cuidarse que se haga cargo de algo con la familia, como de hablar con otros (niños o jóvenes quizá) para que se cuiden. Esto es especialmente importante si esa persona ha tenido una voz de autoridad en la familia.

No te cierres o condiciones el vínculo. Muchas veces, cuando una persona no nos hace caso, tomamos la actitud de: “Pues entonces luego no vengas llorando”, “Mejor ya no me cuentes nada de lo que haces si vas a hacer lo que te dé la gana” o “Allá tú”. Las personas siguen necesitando de ti, de tu amistad o de su amor. Esto se hace más cierto si eventualmente llegan a enfermar, tú mismo enfermaras o aunque a nadie le suceda. El vínculo seguirá idealmente después de la pandemia y conviene procurar preservarlo o al menos evitar dañarlo. Evita amenazar con el abandono. Evita acusar al otro de egoísta o desconsiderado. Ofrece otras formas de socialización y entretenimiento. Para personas mayores hay un gran riesgo si se rompen las conexiones sociales, la sensación de pertenencia o de eficacia al hacerse cargo al menos de sus propias vidas. Quizá un contacto más continuo o hasta la posibilidad de comunicarse con amigos por medios virtuales si eso es posible y aún no saben hacerlo. Probar con ellos aplicaciones de música, video o entretenimiento alternativo que les guste y les conecte con algo emocional también puede ser una buena idea. Desde la invitación, nunca desde la imposición. Ofrece información fiable de fuentes que respete Sin saturar, ofrecerle algo que le haga tomar conciencia de la seriedad del caso, pero que sepas que proviene de fuentes que habitualmente consulta o a las que ya le dé o sientas que les puede dar autoridad.

Empatiza Comparte también tu disgusto por estas medidas pero resalta que son temporales. Cuando ponemos sobre la mesa la seguridad (lo que buscan los hijos) contra su autonomía (lo que quieren los padres), no siempre lo que hace más sentido común es lo que va a acabar ganando. Hablemos en familia, hablemos como adultos.



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